Nació en Eureka, Minnesota (tierra de los 10,000 lagos) en los Estados Unidos – un estado poblado principalmente por emigrantes suecos, irlandeses y de otros países europeos así como indígenas chipowa y sioux, en una familia muy católica.
Como dice un amigo, realmente el único pecado imputable a María Zúniga es el haber nacido en
Estados Unidos. Nació allí por equivocación. Debió haberlo hecho en una humilde vivienda maya, en la casa de un hogar misquito perdido en la Costa Atlántica nicaragüense o en las riberas del río coco o en medio de una persecución de la tiranía militar salvadoreña a campesinos de ese país.
Desde muy pequeña, decidió estudiar medicina porque quería resolver los problemas de la gente. Pero pronto se dio cuenta que la medicina no los resuelve; porque las enfermedades no son causadas sólo por virus y bacterias, sino que la mayoría tienen que ver con la pobreza, la falta de políticas públicas inadecuadas y el afán mercantilista de las compañías farmacéuticas y los otros buitres que se lucran con la enfermedad. Por eso, terminó estudiando Salud Pública.
Además de la medicina – o la salud, mejor dicho – su otra pasión que la ha acompañado es viajar, conocer otros países y sobre todo, cómo viven los pueblos. Esto la llevó a solicitar una beca – siendo muy joven – para conocer el Sudeste Asiático antes de que los Estados Unidos generara la guerra de Vietnam y visitar Vietnam, Laos y Cambodia. Este viaje marcaría su vida. Y desde entonces, no ha parado de viajar y explorar el mundo.
Sus primeras prácticas profesionales las realizó en Nuevo México, en una reservación indígena del grupo Pueblo, donde adquirió además de ricas experiencias, su pasión por el chile.
Corría la década de los 60 ́s, época de cambio y exploración, de la Alianza para el Progreso y otros fenómenos. El Gobierno de los Estados Unidos decide abrir las oficinas del Cuerpo de Paz en el país. María viene a Nicaragua en 1968 como Directora adjunta de esa agencia.
Una vez en Nicaragua, empieza a darse cuenta de lo que realmente pasaba en el país, del tipo de gobierno de Somoza. Y como ella siempre señala, lo que pasó con Julio Buitrago impactó su vida, acción terrible que el dictador transmitió en vivo aquel 15 de Julio de 1969.
Posteriormente se vincula a grupos y personas cristianas que la ayudan a comprender lo que está viendo. Por ello, decide renunciar a la comodidad del Cuerpo de Paz y convertirse en misionera laica en el Río Coco donde se traslada a partir del año 70, y se dedica a la educación y alfabetización. Es expulsada de Nicaragua por Somoza en el año 1975 por enseñarla Constitución a la población miskita.
Para ese año, María y su equipo formaban promotores con capacidad para enseñar y prevenir, pero también diseñaban ya instrumentos para reivindicar el derecho a la salud. Se realiza en Guatemala el primer Encuentro de Promotores
de Salud donde participaron promotores de comunidades indígenas de Guatemala, comunidades rurales de México, El Salvador, Honduras y de las comunidades indígenas del Río Wangki (Coco) en Nicaragua. Este primer encuentro crea el Comité Regional de Promoción de la Salud Rural (CRPSR).
Decide irse a Guatemala, su siguiente pasión, donde sigue trabajando en la promoción y educación en salud y con pueblos indígenas. A los pocos días de establecerse ahí, se da el terremoto de Guatemala, fluye la ayuda y las necesidades de atención en salud crece de manera exponencial, en un país con un sistema de salud segregado y marcado por el racismo.
Esto la lleva a investigar acerca de los programas comunitarios de salud y a fundar con un grupo sobre todo de religiosas y misioneros una articulación de programas de salud comunitaria en la región – ASECSA – que aún vive con fuerza y reúne a más de 100 programas en todo el territorio.
La situación de Guatemala se agrava y es obligada a dejar el país para proteger su vida.
Regresa a Nicaragua en el año 81 con el sueño de volver al Río Coco, que no logra cumplir por las condiciones que se viven en la zona –parecidas a la de hoy en día. A los pocos meses, se viviría el tenebroso episodio de la Navidad Roja.
Se queda en Managua y colabora en el Ministerio de Salud con las Jornadas Populares de Salud. En el 83, funda CISAS para escapar a la burocracia estatal y seguir con la educación popular.
Es artífice del Comité Regional de Promoción de la Salud Comunitaria, fundadora – junto con otras feministas– de la
Red de Salud de las Mujeres de América Latina y el Caribe, activa integrante de la Red Mundial de los Derechos Sexuales y
Reproductivos y de numerosos espacios de articulación y movilización en el mundo.
La lucha pionera de María con las comunidades centroamericanas se desarrolló siempre en condiciones de peligro para su seguridad y para su vida, en condiciones precarias y hasta de clandestinidad como en El Salvador donde la organización campesina estaba prohibida constitucionalmente.
Pero igual peligro corrió siempre en Guatemala y Nicaragua. En estos tres países con dictaduras feroces y sanguinarias, María ha desarrollado un trabajo ejemplar con nuestros pueblos, lo que puede darnos una idea de su coraje y su compromiso.
Ha sido promotora del reconocimiento de la interculturalidad y los derechos de indígenas y afrodescendientes y de la coordinación horizontal entre los pueblos.
Hay una serie de temas que la disparan como cachinflín y la hacen saltar con su discurso incendiario como el abuso de los antibióticos, las compañías farmacéuticas y su afán lucrativo, la lactancia materna, la medicalización de la salud, la Coca Cola y sus crímenes, walmart y tantos otros, que no nos deja pasar.
María Hamlin es una constructora de Movimiento de mujeres, de salud y de derechos humanos, en Nicaragua, en Centro América y en otros lugares.
Fuente CISAS